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21 de abril de 2025

La Prima Materia según Franz Hartmann (Alquimia)

 La Prima Materia según Franz Hartmann (Alquimia) 


Si deseamos conocer la naturaleza, debemos aprender a conocer a Dios, y Dios no puede ser conocido sin un conocimiento del propio yo divino. 

La sustancia espiritual de la cual la naturaleza visible externa es una expresión y manifestación imperfecta, se ha denominado "Prima Materia" y es el material para la formación de un nuevo cielo y una nueva tierra. 

 La prima materia es como un "océano cristalino" si se le compara con nuestro planeta inmensamente material, y es la fuente de todos los elementos: tierra, agua, aire y fuego, es corpórea en su esencia, pero al mismo tiempo incorpórea con relación a nuestras formas físicas. En ella se encuentran contenidos los "gérmenes" de todos los seres o las cosas que alguna vez existieron, y de todas las que existirán en el futuro. 

Es el alma de la naturaleza y por medio del fuego mágico puede ser liberada de todas las sustancias y convertirse en corpóreo y visible.

Es una unidad y sin embargo también una trinidad de acuerdo con sus aspectos alquímicos como el azufre, el mercurio y la sal. Y estas tres son cualidades distintas que caracterizan al espíritu de la luz, pero que sin embargo no son nada diferentes de la esencia de la luz, y esta luz es la naturaleza eterna, o el alma del mundo. 

Esta materia primordial contiene los poderes que forman a los minerales, a los metales, a los vegetales, a los animales, y todo lo que respira; y todas las formas se encuentran ocultas dentro de sus profundidades, y ella es por lo tanto el verdadero origen de todas las cosas. 

La prima materia es el campo de juego y batalla para todas las influencias astrales, y el lugar de nacimiento de los seres que habitan el plano astral, y de aquellos que nacen en el mundo visible. 

Es la matriz de la naturaleza eterna de la cual nace todo lo que existe por el poder del espíritu que actúa en su interior. Y por consiguiente de su suelo fértil se producen frutos buenos y malos, plantas sanas y nocivas, animales inofensivos y venenosos, porque Dios no distingue a las personas ni favorece a ningún individuo en particular, ya que cada uno de ellos recibe su parte de vida de acuerdo con su capacidad para recibir, y finalmente cada uno se convierte en aquello que su carácter le destina a ser.