Los Siete Principios ( El Misterio del Buddha. HPB)
El “Misterio de Buddha” es también el de algunos otros Adeptos, quizá de muchos. El complicado asunto consiste en la correcta comprensión del otro misterio: el hecho real, tan recóndito y trascendental a primera vista, acerca de los “Siete Principios” en el ser humano, los reflejos, en el individuo, de los siete poderes de la Naturaleza desde el punto de vista físico y de las Siete Jerarquías del Ser, desde el punto de vista intelectual y espiritual.
A pesar de que un ser humano: material, etéreo y espiritual, se divida en grupos, según uno que otro sistema, a fin de dar, generalmente hablando, una comprensión más clara de su naturaleza triple, la base y la cumbre de dicha división serán siempre idénticas.
En el individuo sólo hay tres Upadhis (bases), y sobre estos es posible elaborar cualquier número de Kosas (vestiduras) y sus aspectos, sin destruir la armonía del entero. Entonces, al paso que el Sistema Esotérico acepta las divisiones septenarias, la clasificación Vedantista presenta cinco Kosas y el Taraka Raja Yoga los simplifica en cuatro, con Atman, el principio superior, que sintetiza los tres Upadhis.
Por supuesto, lo que acabamos de decir suscitará la pregunta: “¿Cómo puede, una personalidad espiritual (o semi-espiritual), llevar una vida triple o incluso dual, cambiando sus „Seres Superiores‟ a voluntad y continuar siendo la eterna Mónada única en la infinidad del Manvantara?”
Para un verdadero Ocultista es fácil contestar, al paso que, para el profano no iniciado debe parecer absurdo. Los “Siete Principios” son, por supuesto, la manifestación de un Espíritu indivisible, pero sólo al final del Manvantara aparece la unidad, cuando estos llegan a reunirse en el plano de la Realidad Unica. Durante el viaje del “Peregrino”, cada uno de los reflejos de esa Llama Indivisible Unica: los aspectos del Espíritu eterno único, tiene el poder de acción en uno de los planos manifestados de existencia al cual pertenece apropiadamente, es decir, las graduales diferenciaciones del plano no manifestado único. Como nuestra tierra proporciona toda condición Mayávica, deducimos que, el Principio Egotístico purificado: el Ser astral y personal de un Adepto, aunque forme, en realidad, un entero integral con su Ser Superior (Atman y Buddhi), puede, por fines de compasión y bondad universales, separarse de su Mónada divina a fin de conducir, en este plano de ilusión y de existencia temporal, una vida distinta, independiente y consciente propia, usando una forma ilusoria prestada, llenando, al mismo tiempo, un propósito doble: el agotamiento del propio Karma individual y la salvación de millones de seres humanos menos favorecidos que él, de los efectos de la ceguera mental.
Por lo tanto surge la siguiente pregunta: “Cuando ocurre el cambio descrito como el pasaje de un Buddha o de un Jivanmukta al Nirvana, ¿dónde continúa residiendo la conciencia original que animó el cuerpo: en el Nirvani o en las siguientes reencarnaciones de sus „residuos‟ (el Nirmanakaya)?” La respuesta es: esa conciencia aprisionada puede ser un “cierto conocimiento fruto de la observación y la experiencia”, según dice Gibbon, pero la conciencia desincorporada no es un efecto, sino una causa. Es parte del todo o mejor dicho, un Rayo, en la escala gradual de su actividad manifestada, de la Llama una, omnipenetrante e ilimitada, cuyos reflejos son los únicos que pueden diferenciarse. Dicha conciencia, siendo ubicua, no puede ser localizada, centrada, ni limitada en algún sujeto particular. Sólo sus efectos pertenecen a la región de la materia, siendo, el pensamiento, una energía que afecta a la materia en varios modos, pero la conciencia en sí, según la entiende y la explica la filosofía Oculta, es la cualidad más elevada del principio consciente espiritual en nosotros: el Alma Divina (o Buddhi) y nuestro Ego Superior y no pertenece al plano material.
Después de la muerte del hombre físico, si él era un Iniciado, esta conciencia se transforma, pasando de una cualidad humana, al principio independiente mismo: el Ego consciente se convierte en Conciencia misma sin Ego, en el sentido de que el trinomio: sentidos, espacio y tiempo, ya no puede limitarla ni condicionarla. Por lo tanto, ella, sin separarse de su poseedor: Buddhi y sin abandonarlo, es capaz de reflejarse, al mismo tiempo, en su hombre astral pasado, sin necesitar localizarse. Esto ocurre en un estado muy inferior de nuestros sueños. Pues, si la conciencia puede mostrar actividad durante nuestras visiones y mientras el cuerpo y su cerebro material están profundamente dormidos y si incluso durante esas visiones, todo es ubicuo, cuánto más grande debe ser su poder una vez que se ha liberado totalmente de nuestro cerebro físico, sin tener algún nexo con él.
He aquí el misterio del Buddha: Gautama, una encarnación de la Sabiduría pura, todavía tuvo que aprender en su forma humana y ser iniciado en los secretos del mundo como cualquier otro mortal, hasta el día en que surgió de su secreto retiro Himaláyico, predicando, por primera vez, en la arboleda de Benares. Lo mismo sucedió con Jesús: desde la edad de 12 años hasta los 30, cuando predica el sermón de la Montaña, nada se sabe ni se dice efectivamente de él. Gautama había dado una promesa de silencio inviolable acerca de las Doctrinas Esotéricas que le fueron impartidas. En su inmensa misericordia por la ignorancia y su consecuencia: el sufrimiento humano, no se mantuvo dentro de los límites prescritos, aunque deseara no violar sus juramentos sagrados.
Mientras elaboraba su Filosofía Exotérica (la “Doctrina del Ojo”), sobre las bases de la Verdad eterna, no ocultó ciertos dogmas, y, traspasando las líneas lícitas, hizo que esos dogmas se mal entendieran. En su afán de eliminar a los falsos Dioses, reveló, en los “Siete Senderos hacia el Nirvana”, algunos de los misterios de las Siete Luces del Mundo Arupa (sin forma). Un poco de verdad es, con frecuencia, peor que nada.
“La verdad y la ficción son como el agua y el aceite: nunca se mezclan.”
Su nueva doctrina, que representaba el cadáver externo de la Enseñanza Esotérica sin su Alma vivificante, produjo efectos desastrosos: nunca se le comprendió correctamente y los buddhistas del sur la rechazaron. Su error no intencional se basaba en su inmensa filantropía, un amor y una caridad ilimitada por todas las criaturas. Pero Karma no hace mucho caso a las intenciones, ya sean buenas o malas, si quedan estériles.
Si bien la predicación de la “Buena Ley” resultó en el más sublime código ético y en la filosofía sin iguales concerniente a la parte externa del Kosmos visible, extravió, sin embargo, a las mentes inmaduras, haciéndoles creer que nada más había por debajo de la capa externa del sistema, aceptando, así, sólo su letra muerta. Además, la nueva enseñanza sacudió a muchas grandes mentes que antes habían seguido a la guía brahmánica ortodoxa.
Por eso, unos 50 años después de su muerte, el “gran Maestro”, habiendo renunciado al Dharmakaya pleno y al Nirvana, se complació con renacer por motivos kármicos y filantrópicos.
Para él, la muerte no había sido muerte, sino que, como expresa el artículo “Elixir de Vida”, él trocó: “Un repentino sumergimiento en la oscuridad, por una transición a una luz más luminosa.” El choque de la muerte se había disipado, y, al igual que muchos otros Adeptos, él se deshizo del vehículo mortal para que se cremara y sus cenizas sirvieran de reliquias.
Entonces, dio comienzo a la vida interplanetaria revestido en su cuerpo sutil. Renació como Shankara, el más grande maestro vedantista de la India, cuya filosofía, basándose enteramente en los axiomas fundamentales de la Revelación eterna, los Srutis o la Religión-Sabiduría primitiva, así como el Buddha, desde un punto de vista diferente, había basado la suya, es el camino intermedio entre las metafísicas intensamente veladas de los brahmanas ortodoxos y las de Gautama, que, estando desprovistas, en su aspecto exotérico, de toda esperanza que aviva el alma, aspiración y símbolo trascendental, parecen, en su fría sabiduría, como carámbanos cristalinos, los esqueletos de las verdades primordiales de la Filosofía Esotérica.
¿Fue Shankaracharya, Gautama el Buddha en una nueva forma personal? Tal vez el lector quede más perplejo si le dijéramos que el Gautama “astral” estaba en el Shankara externo, cuyo principio superior o Atman era, sin embargo, su prototipo divino: el verdadero “Hijo de Luz”, el hijo celestial nacido de la mente de Aditi.
Este hecho se basa en esa transferencia misteriosa a un nuevo cuerpo visible o subjetivo, de la divina expersonalidad unida en la Individualidad impersonal, ahora en su completa forma trinitaria de Mónada como Atma-Buddhi-Manas.
En el caso de que se transfiera a un cuerpo visible: es un Manushya-Buddha, si se transfiere a uno subjetivo, es un Nirmanakaya. Se dice que el Buddha está en Nirvana, sin embargo, este vehículo un tiempo mortal: el cuerpo sutil de Gautama, está todavía presente entre los Iniciados. Tampoco abandonará el reino del Ser consciente mientras la humanidad que sufre necesite su ayuda divina, por lo menos, no hasta el final de esta Raza-Raíz ( 5ª Raza). De vez en cuando, él, el Gautama “astral”, se asocia, de la manera más misteriosa y para nosotros incomprensible, con Avataras y grandes santos, funcionando a través de ellos. Y se mencionan varios.
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Enlace libro PDF: EL-MISTERIO-DEL-BUDDHA.pdf (teosofiauniversal.com)
1. Reencarnación
2. Karma
3. Los Maestros de Sabiduría, fuente de la Teosofía
4a. La Mente y la Conciencia
4b. La Mente Personal y Universal
5a. El Cuerpo Astral
5b. Los poderes del cuerpo astral
6. Estados después de la muerte
7a. El sueño y los sueños
7b. Visiones y Meditación
8. Ciclos
9a. Evolución de la Mente y la Materia Cósmicas
9b. Evolución de la Conciencia
10. Leyes psíquicas