11 de noviembre de 2022

Lectura Teosófica: TAO TE CHING. Nº 2 (Wey-Wu-Wey)

 Lectura Teosófica: TAO TE CHING.Nº2


«Son ascetas, pero detestan las mortificaciones. Son creyentes, pero poco les importan dioses, dogmas, morales y opiniones. Son místicos, pero nunca hubo plegarias y efusiones más frías que las suyas. Son, o al menos ellos no dudan serlo, los únicos y verdaderos amigos del hombre, pero se burlan de las buenas obras. Conocen, dicen, la verdadera forma de conducir al pueblo y sin embargo lanzan los más duros sarcasmos cuando oyen hablar de deber social. Han dado a China temibles cabecillas o jefes de secta, políticos llenos de tacto, sus dialécticos más sutiles, los filósofos más profundos y su mejor escritor. Sin embargo, ellos estiman únicamente la modestia, la privación, la reserva.
Nadie es sabio, insinúan, si deja una huella». Marcel Granet describe a los filósofos taoístas.  

 

HACER-NO-HACIENDO (WEY-WU-WEY) 

WU-WEY es una actitud taoísta de hacer las cosas "sin forzar", sin artificios, de forma natural, es un "hacer espontáneo", no debemos confundirlo con la pereza o la pasividad. Lo importante es "dejar soltar", sobre todo soltamos aquello que actúa en contra de la ARMONÍA. 

Ahora mismo me surge de forma "espontánea" el recuerdo de un caso de lo que NO es WU-WEY. Por ejemplo, si un teósofo (o pseudo-teósofo) decide publicar un Blog de Teosofía Original ensuciándolo con artículos de opinión personal u otros temas  que nada tienen que ver con la Teosofía Original, o donde aparezca el uso del lenguaje forzado, anti-WU-WEY, pedante, difamador o insultante hasta lo patológico, o unas motivaciones impuras. Deberíamos de escribir un Blog de Teosofía Original sin dejar que el KAMA-ASTRAL traumatizado se apodere de esta noble acción, se debería de escribir con el corazón y la mente siempre fresca e inocente de un niño.  

 "Lo que acabamos de decir a propósito de la mayor importancia de lo latente y oscuro como «modo de proceder» del Tao, nos obliga a ofrecer una explicación indispensable acerca de la expresión china Wu-Wey = no-acción, muy usada en nuestro libro, y que muchos occidentales poco perspicaces han interpretado como quietismo y pasividad. Aquí podríamos citar aquel fragmento de Heráclito que se refiere al poder del niño y que puede confrontarse con los numerosos pasajes que nuestro texto ofrece acerca del niño. 

En verdad, es muy difícil para un hombre occidental moderno —como para todo oriental «occidentalizado»— entender una doctrina de la acción como aquella de Wey-Wu-Wey (hacer-no-haciendo). La idea taoísta es la de un retorno a la acción espontánea, como la del niño que juega, únicamente por jugar, como la del viento que mueve los árboles, como la del riachuelo que corre. La moderna psicología occidental atribuye a los juegos del niño una importancia muy notable en el desarrollo futuro de su personalidad. Los mismos psicólogos han notado en el hombre el prevalecer de la memoria de los hechos remotos y el remontarse a la niñez como a una «edad de oro», lo que explica también la predilección de los viejos hacia los niños y su mayor comprensión de la mentalidad infantil; hechos cuya importancia no está desprovista de significado si se piensa en la experiencia de vida que el anciano posee. 

Los taoístas están aquí en oposición abierta y expresan su rechazo por los ideales confucianos y por la falacia de su manera de concebir la existencia humana, valorizando esencialmente la maduración racional y la experiencia como factores enteramente positivos. Rechazan además la imposición de las actitudes solemnes en el trato con los demás y con todos los convencionalismos fijados por el ritual, que el niño desconoce. Esto nos aclara además las aparentes extravagancias y los modales de «niños traviesos» adoptados por los taoístas en los medios populares. La conciencia «difusa», la visión abierta del niño, cuya mente no está todavía esclavizada por prejuicios y hábitos, es comparable a la actividad natural y puede relacionarse con otros textos taoístas, como el que afirma que el Sol no necesita conciencia de dar la luz y el calor (la vida) a la Tierra para darla; que el cielo manda la lluvia sin «tener la intención» de beneficiar a la tierra... Mientras que en los medios confucianistas hasta los gestos y las palabras están rígidamente reglamentados, como la «piedad filial», la «benevolencia» (Jen), nuestro texto afirma que el cielo no es Jen (benévolo, humano) y tampoco lo es el sabio (Sheng Jen) que procede de acuerdo con el Tao.

La conciencia del «yo» y la «referencia al yo» (en sánscrito Ahamkara) se adueña de la acción, la estropea y la malogra, porque la subordina —más o menos claramente— a sus propios fines

Se trata de una concepción que no es tan sólo taoísta, pues la encontramos en toda la espiritualidad del Oriente tradicional y que es propia también de los contemplativos occidentales. 

La aceptación receptiva (y no pasiva) de la voluntad del cielo es la que está representada repetidamente en nuestro texto mediante el símbolo del «valle» y del «espíritu del valle» (Ku Shen); es la ley del sabio, y el actuar conforme a esta ley —sin tener en cuenta sus propios deseos o su voluntad propia— es el camino trazado por el cielo, es llegar al Tao, puesto que la ley de la tierra es el cielo, y la ley del cielo es el Tao. En la concepción de los taoístas, el hombre está rodeado de fuerzas que tienden a desvirtuar sus acciones y su conducta. No solamente el contacto con los hombres es contaminante, sino lo es también con los objetos, con las cosas que pueden servir de soporte a las «influencias errantes», fuerzas invisibles que el hombre profano desconoce, pero que pueden determinarlo a asumir como propios, deseos y logros que provienen de estos influjos. Asimismo el Taoísmo condena la autosuficiencia, la ley que uno se da a sí mismo arbitrariamente, puesto que se fundamenta en la ignorancia de sus causas ocultas. La «etiqueta» social, y los ritos civiles, como los concebía Confucio, de acuerdo con el Li-Ki (Libro de los Ritos) no representan una manera de estar en constante armonía con la ley del cielo a través de una complicada sintonización con los ritmos de la naturaleza. 

Para el taoísta todo esto se ha vuelto un artificio y una sofisticación de lo natural, lo que desvirtúa precisamente esa armonía. Por eso el verdadero sabio se presenta a los hombres como un mendigo, como un torpe, como un loco. Todo el convencionalismo social hace que el sabio se presente como envuelto en las fuerzas oscuras del Yin, usando la luz para retornar a su interior, como dice nuestro texto. 

Porque ésa no es «su luz» sino la luz, no es «su gloria» sino la gloria. 

Sólo así puede ser el «valle del mundo» o el «cauce del mundo», sólo así puede «estar en el centro», que es la posición polar; ser el inmóvil señor del movimiento, que todo lo dirige sin dirigirlo. 

Hacer-no-haciendo equivale a «ser nutrido por la gran madre» (cósmica), como dice el texto, lo que constituye su gloria suprema. El Wu-Wey es entonces una doctrina de la acción. El Te que realiza este tipo de acción tiene su fundamento en la ley de las «acciones y reacciones concordantes».Esta ley se halla indicada en nuestro texto y en particular en uno de los capítulos, pero con la indicación final que prohíbe enseñarla a los profanos.

Por lo que sabemos de fuentes taoístas orales, se trataría de uno de los pilares de la tradición taoísta, y tiene una especial aplicación referida a la ley del movimiento

 La escuela mágica del Yin Yang la tuvo en cuenta en sus desarrollos en el Taoísmo más tardío. Puesto que la ley del mundo, en cuanto a su dinámica, es Yin Yang, ésta se aplica a los dos tipos de movimientos cuya alternancia caracteriza la vida biológica y natural. 

Al movimiento Yin = contracción, sigue el Yang = expansión, y el «continuum» de la vida está constituido por esta discontinuidad en cuanto es rítmica (por ejemplo, sístole y diástole en el corazón). 

Producir una contracción significa inducir una reacción expansiva. Según los taoístas, se trata de cosas que todo hombre profano sabe, pero a las que no se les da todo el alcance que tienen. 

 «El pez no debe abandonar las aguas profundas», dice Lao-Tse. Porque es demasiado evidente que esta ley puede ser aplicada (y seguramente lo ha sido en aquellos medios y oportunidades) para conseguir fines no precisamente nobles." Onorio Ferrero.


Extractos del TAO TE CHING (En este texto aparecen motivos importantes para la práctica difícil de la "impersonalidad", una de las prácticas WEY-WU-WEY de la Logia Unida de Teósofos)


Porque todos consideran bello lo bello, así aparece lo feo. 

Porque todos admiten como bueno lo bueno, así surge lo no bueno. 

Ser y no ser se engendran mutuamente. 

Lo difícil y lo fácil se forman entre sí. 

Lo largo y lo corto se transforman mutuamente. 

Lo alto y lo bajo se completan entre sí. 

Sonido y silencio se armonizan mutuamente. 

Delante y detrás se suceden entre sí. 

Es la ley de la naturaleza. 

Por eso el sabio obra sin actuar y enseña sin hablar. 

Todos los seres se renuevan sin cesar. 

Así él crea sin esperar nada. 

Cumple su obra pero no reclama su mérito. 

Y precisamente porque no lo reclama su mérito nunca le abandona. 


                                      -*-

Si alguien pretende tomar el mundo y cambiarlo 

es improbable que lo consiga. 

El mundo pertenece al espíritu, 

por lo tanto, no debe ser manipulado. 

Quien intenta cambiarlo lo arruina, 

quien pretende conservarlo lo pierde

 

Las cosas, ora preceden, ora siguen. 

Algunas son como un soplo cálido, 

otras como un viento frío. 

En ocasiones parecen fuertes, en ocasiones débiles, 

ora flotan, ora se hunden. 

 

Por eso el sabio evita los extremos. 

Rechaza el exceso, 

rechaza la complacencia.