Un artículo escrito para la revista “The Aryan Path” por B.
P. Wadia
“Aun los sabios mismos han sido engañados respecto a lo que es acción y lo que es inacción. Por lo tanto, te explicaré a ti lo que es realmente la acción, a la luz de cuyo conocimiento quedarás libre de todo mal. Uno ha de aprender: cuál es la acción que ha de ser ejecutada, cuál aquella que no ha de serlo, y cuál es inacción. El sendero de la acción es oscuro. Y aquel hombre que ve la inacción en la acción, y la acción en la inacción, es sabio entre los hombres, él es un verdadero devoto y un perfecto ejecutor de toda acción.”—Bhagavad-Gita, IV.
Necesitamos una profunda percepción para la comprensión de los términos “Karma” y “Dharma”. De entre los textos y tratados filosóficos, el Bhagavad-Gita ofrece pensamientos profundos y, a la luz de estos, diferentes personas forman sus propios conceptos de las dos palabras, que son de carácter arquetípico y encierran una filosofía compacta y consistente que afecta a todos los aspectos del ser que el hombre es. Naturalmente, por tanto, cada uno tiende a enfatizar su propia interpretación. El monoteísta, el politeísta y el panteísta; el filólogo, el literato, el filósofo y el místico; e incluso el político y el reformador social -unos y otros formulan filosofías contradictorias de la vida a la luz de su propia comprensión parcial del gran Poema, aquel que expresa una alegoría sublime y una profunda filosofía práctica.
El Ocultista que trata de comprender lo que ha escuchado de la
Sabiduría de la larga línea de Sabios ilustres y de sus compañeros de vida es
humilde y cauto al presentar su propia comprensión de los aspectos arquetípicos
del Karma y el Dharma.
Aquí nos limitaremos a una consideración de lo que se avanza en los versos antes citados. Tratan del Camino de la Acción, Karma-Marga; ofrecen la filosofía del qué no hacer y también del qué hacer.
Y sin embargo, el Camino
de la Acción permanece oscuro para la mayoría. Una de las razones de que así
sea es la incapacidad de ver que para que las acciones sean verdaderamente
justas y benéficas, uno debe poseer conocimiento y también devoción. La nefasta
herejía de la separación ha dado como resultado la división en tres senderos
–los muy comentados: Karma, Guyana y Bhakti. El resultado es que ninguno de los
tres caminos se comprende correctamente.
Examinando la Religión de las Obras, ya que afecta a la propia rutinaria
de vida del hombre y a la relación con sus semejantes, hay que considerar
varios “qué hacer” y “qué no hacer” a la luz de las enseñanzas del Gita.
No estar inactivo es la primera de las reglas negativas. La
vagancia corporal, el letargo moral, la indolencia mental son peligros graves
que tocan al alma del hombre. Fuerte es el principio cósmico del movimiento
perpetuo, y así se afirma: “Nadie reposa inactivo ni un momento”. El pasar el
rato ociosamente es una acción en sí mismo.
Pero, ¿qué acciones debemos de realizar? Primero, nuestros
deberes congénitos, deberes que son nuestros por nuestro propio nacimiento. El
Dharma es el cumplimiento de nuestro destino construido por nosotros mismos a
través de un largo pasado; nos ofrece oportunidades para un mayor desarrollo a
través de la eliminación de defectos, para lo cual se proporcionan el entorno y
las condiciones más adecuados como parte de nuestro destino. Para determinar
cuáles son nuestros deberes congénitos, tenemos que observar nuestras propias capacidades
y limitaciones mentales y morales.
El segundo “no” reiterado en el Gita es: nunca intentes hacer el
deber de otro. ¿Qué hay implícito en esto? -La ley de la Necesidad. Aquellos
actos que no es necesario que hagamos no pueden ser deberes obligatorios
nuestros. La Regla de la Necesidad nos ayuda a evitar muchas trampas, y nos
ahorra el más precioso de los bienes: el tiempo.
El tercer “no” es: no ser tentado por deseos y lujurias. El
universo está repleto de compasión, un poder divino y lleno de gracia. Los
seres humanos, escuchando los impulsos e inclinaciones de los sentidos, se
aprovechan del poder de la compasión sin conocimiento, de forma egoísta y
ególatra, y descubren la pasión en el cerebro y en la sangre. Esto tienta a un
hombre a abandonar el camino del deber de lo que es justo y bueno.
Ahora volvamos a los aspectos positivos.
El primero de ellos es: renunciar a los frutos de la acción, no
a la acción misma. Incluso cuando hemos decidido luchar contra nuestras
pasiones, necesitamos un campo de trabajo, Dharmakshetra. No buscar frutos o
recompensas implica trabajar sin ser impelido por los gustos y las aversiones.
¿No son nuestros impulsos sensoriales, nuestros apetitos carnales, parte de
nuestro destino y Karma? ¿No deberíamos permitirles funcionar? No, dice el
Gita. Fueron construidos por nosotros en el pasado, y en el presente deben ser
vencidos. Nuestro Karma está relacionado con nuestro Dharma; si nuestro destino
apunta a un defecto en nosotros, nuestro deber requiere que lo corrijamos. Por
tanto, se invita al remedio.
Hay tres motivaciones para la acción correcta y, cuando el poder
motor del deseo y la voluntad se utilizan para guiarnos correctamente en la
rutina diaria de la vida, caminamos rápidamente en el Sendero de las Buenas
Obras. Dana, Caridad; Tapas, control reflexivo; y Yagna, Sacrificio iluminado,
son llamados los propios actos de Krishna. Hay dos etapas principales
conectadas con las obras que son de Krishna. Primero, debemos establecer el
hábito de realizar actos de caridad correcta que no lastime a nadie, de
correcto ascetismo que no dañe ni al cuerpo, ni a la mente ni al alma, y de
sacrificio que no requiera ritos especiales o ceremonias elaboradas, sino que
otorgue a ciertos pequeños actos la pureza del agua, la humildad de una hoja,
la belleza de una flor, el alimento de una fruta. Este hábito de realizar
diariamente algunos actos de Dana, de Tapas, de Yagna, nos lleva a realizar
todos nuestros deberes para con el Rayo del Espíritu Supremo en el centro de
nuestra conciencia. Los actos de la vida cotidiana, ya sea en el hogar, en la
oficina o en el club, deben de ser puros en sus motivos, humildes en su
ejecución, ordenados y pulcros para que sean hermosos y útiles para el alma de
todos. Así el hombre se convierte en “un perfecto ejecutor de toda acción”.
No debemos ser apresurados; el arte de realizar buenas obras,
como el verdadero conocimiento, no se adquiere fácil o rápidamente; nuestras
aspiraciones deben ir de la mano de una devoción cada vez más profunda que haga
que las aguas de la sabiduría broten espontáneamente. Los buenos actos
requieren conocimiento; la verdadera asimilación del conocimiento requiere
devoción; estos tres van siempre juntos.
Sólo de este modo, el aspirante a la Vida Recta podrá realizar a
tiempo la instrucción de La Voz del Silencio:
“Tanto la acción como la inacción pueden encontrar espacio en
ti; tu cuerpo agitado, tu mente tranquila, tu Alma tan limpia como un lago en
la montaña”.
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Este y otros atículos similares de B. P. Wadia fueron compilados en el
libro que lleva por título:
“Thus Have I Heard” –(Así lo Escuché)-
después del fallecimiento del autor.